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ENTRE LINEAS

El precio de la Libertad; cuento en tres o cuatro actos (III)

El precio de la Libertad; cuento en tres o cuatro actos (III)

Como le comenté que no la tenía fuimos a ver al párroco para que se encargase de lo de mi partida de nacimiento. En una hoja de un libro muy gordo tenía registrado mi nacimiento… no se porqué razón, pero al decirme que mi nombre estaba allí escrito sentí una especie de hormigueo desagradable en el estómago. El cura rellenó un papelote copiando una serie de datos que tenía y, cuando concluyó lo que a él le pareció una obra de arte, se la entregó al maestro diciéndole con una expresión no exenta de solemnidad.

- Encárguese de los trámites oportunos.

Bien, a partir de esta frase creo que me debo ahorrar unas cuantas palabras ya que lo que pasó después no lo sabría explicar. Tuve que hacer una serie de signos raros en papeles parecidos a los que aquél día le había dado el párroco al maestro y hablaban de cosas tan extrañas que aún hoy me cuesta entender. Finalmente me dijeron que estaba todo dispuesto y que en breves días recibiría mi tarjetita de identificación.

 

Esperando la tarjeta que me diese opción a una matrícula para poder ser médico, fue pasando el tiempo y, lo que tanto deseaba, no llegaba. No sabía el porqué de la demora hasta que un día, por primera vez desde que vi la luz, el cartero se acercó hasta mi casa empujando, más que pedaleando, una destartalada bicicleta. Me dejó una carta que nadie de mi familia supo descifrar. Una serie de cifras, signos y letras que parecían transmitir algo importante ya que venían impresas en un papel adornado con un escudo de un águila en cuyo centro, destacaba un yugo (como el que ataba a mis vacas) y unas flechas. Volví al pueblo en busca de aquél maestro que tan bien se había portado conmigo iniciándome en la Medicina, para que hiciese por mi familia lo que nunca nadie nos había enseñado. Leer.

- Bueno muchacho –me dijo- Es una carta del Ayuntamiento en la que dicen que tienes que incorporarte a filas. Tienes que presentarte en esta dirección antes de quince días si no quieres que te metan en la cárcel.

¡¡¿ A mi? ¿Meterme en la cárcel? Pero si no había hecho nada malo ¡! ¡ Si jamás me había peleado con nadie! ¡Si era un ser pacífico y … ¿tenía que hacer todo esto para ser médico? ¿Tenía que aprender a matar antes que a dar la vida? ¡!.

- No es exactamente eso –me contestó el maestro- El País necesita de ti para hacerse fuerte, para conseguir un ejército potente y ser respetado por los demás países. Ellos, a cambio, te harán un hombre de “pro”.

 

A mis veinte años, después de haber estado apacentando ganado, de haber estado labrando la tierra año tras año, levantando a mi familia, me venían a decir que, para ser un hombre, para convertirme en persona, necesitaba coger un fusil. Después de todos estos años de sufrimientos, de levantarme con el canto del gallo y acostarme con el sol, de haberme partido el espinazo durante tantas y tantas horas, olvidado del mundo, sin ayuda de nadie, con el olvido de todos, ahora, a mis veinte años se acordaban de mi para que ayudase a la Nación a salvaguardar su ya triste imagen, aprendiendo a ser violento cuando lo que yo quería era la Paz y…¡¡ Ser médico ¡! “¡¡ Pues no!! me dije, mi corta inteligencia y mi mucho instinto se negaron en redondo. Nací y quiero morir como soy. Como un pequeño gramo de libertad que era lo único que me quedaba.

 

Hoy, en la soledad de mi celda pienso en todo aquello que me sucedió. Por fin conseguí la imaginación. Por fin aprendí a recapacitar y mirando atrás veo que si, que no estoy tan solo, que, al menos, dos veces se acordaron de mi en la vida. Una me costó una gallina, la otra, mi gramo de libertad.

11 comentarios

arturo -

putooooooooooooo

Kaleidoscopio -

Que padre!!! me ha gustado más, te felicito, por lo bonita historia

monocamy -

CENTINELAAAAAAAAAAA!!! ABRA LA PUERRRRRTA... ARRRR!!!

xD

Sigo pensando que sólo deja de ser libre quien se siente prisionero de algo. La historia es hermosa. Un aplauso.

:D

Entre Líneas y su Epílogo ( y III) -

¿Y a mí que me pasó? ¿Pero no estáis viendo que salí vivo y relativamente cuerdo? ;-) Un resumen y, si tengo ganas algún día os explicaré mi paso por el estamento castrense (literal=de castrar cerebros), mi periplo en los trece meses que duró, pasó por el calabozo del regimiento, el juzgado militar, Carabanchel y, finalmente, Barcelona donde mi “importante” labor consistía en ir todos los días al Gobierno Militar a buscar el “santo y seña” del cuartel...

Esas cosas pasaban en este País hace muy poquitos años. Un beso a todas y, a ellos, un abrazo.

Entre Líneas y su Epílogo (II) -

Aunque siento cierta vergüenza, contestaré y comentaré lo que me habéis escrito.

El protagonista de la historia conoció el cuento. Se lo leí porque él tenía ciertas dificultades en hacerlo. Los motivos que me indujeron a escribírselo fue porque, con anterioridad, me contó su historia que es bastante parecida a la del cuento. He omitido que en su pueblo, en uno de aquellos lugares de lo que se llama la España "profunda", había dejado una novia y un futuro probablemente ligado a la tierra. En sus veinte años de vida lo máximo que había viajado eran veinte quilómetros (aunque os empeñéis no lo escribiré con “k”) alrededor de la aldea y, para él, hacer la "mili" era una aventura que quizá no volvería a repetir en su vida... pero resulta que tenía una enfermedad en la piel que el ejército consideró lo inutilizaba para el "servicio a la patria", así que tenían previsto enviarlo de vuelta a casa. Para él, con veinte años y prácticamente analfabeto, significaba poner fin a su "gran aventura" y un descrédito ante su novia, su familia y sus amigos que, a buen seguro, lo repudiarían. Por eso no quería irse y la desobediencia buscada por él, le costó el calabozo. Su historia me hizo reflexionar pensando que yo había ido a parar al calabozo por exactamente lo contrario y traté de aliviar algo de su angustia, porque no dudéis que estaba muy angustiado, escribiéndole el cuento. No creo que lo consiguiese, aunque le arranqué una sonrisa y un abrazo. Luego me dijo que, por una vez, se había sentido protagonista de una historia. A los cinco días se fue a su casa. Nunca más volví a saber de él...

Kaleidoscopio -

Muy lindo, me he leío todos de una sola entrega, porque no había logrado visitarte en los últimos días, pero aquí me tienes, diciéndo otra vez que eres regio en tu escritura y que me contagias en cada frase. Gracias por seguir escribiendo. Dime algo, el protagonista conoció el cuento?.

MaRioSe -

¡Genial! entrañable... un hombre de principios, que no le hizo falta aprender a leer, para entender lo que es verdadero y el valor de la libertad, la de verdad.
Me encantó.

mnkantavivir -

a esto se le llama escribir, y muy pero muy bien...tu historia fenomenal...de corazón te felicito!!
un beso

paloma -

Genial, me ha encantado la historia, incluído el epílogo y nota del autor.
Y no echo de menos una IV parte, para que cada uno imagine al protagonista.

Muchos besos (con más virus, claro)

cielodescubierto -

No voy a preguntarte qué hacías tú allí, en el calabozo... :P Pero sí voy a decirte que me ha encantado la historia y me parece de una ternura enorme, a la par que injusta ( como tantas cosas en la vida ) y un buen inicio para hacer a más de un@ recapacitar. :)

Un besito

Entre Líneas y su Epílogo -

Este cuento lo escribí una madrugada del mes de diciembre de 1979, en el calabozo del Regimiento de Zapadores Ferroviarios ubicado en Cuatro Vientos (Madrid). Empleé un bolígrafo “bic” y cuatro cuartillas cuadriculadas que me consiguieron mis carceleros, compañeros que, al igual que yo, hacían el servicio militar en aquél acuartelamiento. Me acompañaban en aquella “aventura carcelaria” un chico que fue el que me inspiró el cuento y verdadero protagonista de la historia y un “fuera de la ley”, exconvicto por diversos delitos contra la propiedad y las personas (estos también hacían la “mili”) al que también le facilitaron un bolígrafo “bic” (cristal, ¿os acordáis?) por el que esnifaba “valiums”, previamente triturados y convertidos en polvo, y se pasase “colocado” toda la noche (afortunadamente), escuchando a “Pink Floyd” y su “The Wall”.